Misión

La misión que se ha propuesto El Hogar consiste en acoger a hombres mayores de edad que se hallan en situación de calle o en extrema pobreza, contribuyendo a satisfacer algunas de sus necesidades de supervivencia mientras se les ofrece la oportunidad de participar en experiencias de crecimiento humano orientadas hacia su promoción humana e integración social.

Dado que el concepto de “promoción humana y social” puede revestir connotaciones diversas, se hace necesario explicitar a qué se alude al hablar de la promoción social de los grupos empobrecidos.

Desde una visión antropológica cristiana se considera que la persona humana ha sido creada a imagen y semejanza de Dios y que es un ser corpóreo espiritual, dotado de una naturaleza social y creadora. A partir de su vinculación con otros seres humanos y del despliegue de sus capacidades en el mundo, puede avanzar hacia su completud.

De aquí se desprende la irrefutable igualdad entre todos los hombres. Esta última concepción es ampliamente compartida por todas las corrientes de pensamiento humanitarias y el derecho inalienable de todos los seres humanos a una calidad de vida que posibilite la satisfacción de sus necesidades fundamentales no es discutida, al menos públicamente, en ningún ámbito del pensamiento. Es así como vastos sectores de la humanidad anhelan que los pueblos y grupos sociales desfavorecidos puedan participar en procesos que posibiliten su emergencia de una situación vital de continuas privaciones.

La promoción social consiste en el proceso colectivo por el cual, en dialógica interacción con otros hombres, las personas carecientes van reconociendo la dignidad que les es propia, tienden al máximo desarrollo de sus potencias humanas, tanto personales como comunitarias y de apertura a lo trascendente, recuperan el ejercicio de sus derechos cívicos y se encaminan hacia su inclusión activa y participante en la sociedad, contribuyendo, de esta manera, a la necesaria transformación del orden social vigente (García de Lamberti, 2006).

Claro está que la promoción social supone la cobertura de las necesidades de subsistencia que padecen las personas empobrecidas. No existe ninguna contradicción entre promoción y asistencia; es más, la promoción supone la asistencia. Nadie podría inferir que una persona que no cuenta con aquello que es primario para su supervivencia pueda participar en proyectos de superación.

Una intervención en lo social promocional se diferencia claramente de un conjunto de acciones asistencialistas a través de las cuales se atienden las necesidades básicas de los actores solicitantes sin la simultánea implementación de dispositivos orientados hacia su desarrollo autárquico.

El trabajo promocional adquiere diversas formas, según sean las características y posibilidades de los sujetos participantes. En algunos casos se puede trabajar con las personas que han llegado a padecer la vida en la calle para que alcancen su integración social a través del acceso a un trabajo, a una vivienda digna y a lazos sociales plenificantes. Pero cuando los actores presentan un grave deterioro bio-psico-social, su reinserción en el medio no es una alternativa fácilmente asequible.

Sin embargo, la experiencia de trabajo social desarrollada cotidianamente en El Hogar de San José permite corroborar que, incluso aquellos usuarios1 que atraviesan dramáticas circunstancias, pueden aspirar a crecer cuanto les resulte posible partiendo de sus dotes particulares.

En muchos casos, la elevación humana de esos actores resulta invisible ante una simple observación, pero a partir de las intervenciones en lo social en curso se ha podido constatar que, quienes se hallan en situación de calle, aunque en muchas ocasiones no lo manifiesten, valoran íntimamente el buen trato y la consideración que se les prodiga en un espacio institucional.

Esa es otra expresión de un trabajo social promocional ya que, al reconocer a las personas usuarias en su auténtica dignidad, se les prodiga un tratamiento acorde y se las puede llegar a inducir al reconocimiento de sus propias cualidades al sentirse apreciadas y respetadas. Tal valoración produce una ruptura con su experiencia vital cotidiana ya que se estima a sujetos que están siendo socialmente expulsados y, así, se intenta dar lugar a un proceso de reconstrucción de su identidad.

Ninguna persona humana “es de la calle”, sino que existen sujetos que se hallan en situación de calle y que, con la ayuda apropiada, pueden llegar a superar tal condición con la consiguiente posibilidad de integrarse al medio social.


1 Usuario de los servicios de una institución asistencial: sujeto de derecho y deberes, con potencias y capacidades latentes, que hace uso de los servicios institucionales ante la situación de carencia que atraviesa en el momento en que solicita ser atendido, pero que puede llegar a superar. (García, S., 2006).